Un gran lienzo en blanco de 4 metros de ancho acabamos de colocar ante nosotros. Somos un pequeño grupo que, desde hace unos años, realizamos obras de arte colectivas. En esta ocasión estamos dispuestos a interpretar los nenúfares de Monet, ¡qué atrevimiento! A medida que nos adentramos en esta tarea van surgiendo diferentes dudas, y queremos ir conociendo que idea perseguía Monet con todas estas obras. Justo cuando estamos realizando esta búsqueda llega a nuestras manos el volumen 2 de la obra de John Berger titulada Sobre los artistas. Y rápidamente en el índice buscamos el capítulo dedicado a Monet para ver que encontramos. Se menciona que las obras tardías de este artista –y en particular los nenúfares– parecen haber prefigurado la obra de artistas tales como Jackson Pollock, Mark Tobey, Sam Francis o Mark Rothko.
Es el momento de conocer más a fondo a John Berger. En las primeras páginas del libro podemos ir adivinando que Berger nos ofrece en todos estos ensayos compilados una mirada incisiva y sorprendente, compartiendo sus ideas personales, culturales o políticas. Él mismo se define: “Si, es cierto que soy un propagandista político, me enorgullece. Pero mi corazón y mis ojos siguen siendo los de un pintor”. Encontramos un amplio listado de artistas, 46 en concreto, conocidos y no tanto para el gran público. Observamos una especie de realismo mágico en el que coexisten vivos y muertos, estos archivos son una manera de estar presentes aquellos artistas que vivieron en el pasado. Berger nos plantea una gran pregunta que debería hacerse todo artista acerca de sus creaciones, ¿ayuda o anima esta obra a los seres humanos a conocer y reclamar sus derechos sociales?
Hojeando el libro se obtienen rápidas instantáneas de lo escrito sobre un artista y también pone de relieve el deseo instintivo de dar una visión histórica cuando realizamos una lectura lineal de principio a fin. Se lea como se lea, este libro establece conexiones no sólo entre los artistas, sino también entre los artistas y nosotros. La lectura de los artículos de este libro tiene algo que ver con la primera escena de Ways of Seeing (la popular serie que Berger preparó para la BBC) ya que no fueron escritos para ser leídos tal y como aparecen. En esta primera escena Berger aparece frente al cuadro Venus y Marte de Botticelli y corta un fragmento del lienzo, descontextualizando el contenido del recorte, que pasa a convertirse en un retrato. El amor por nuestro prójimo, cuando es resultado de una atención creativa, es análogo al talento. Simone Weil.
Y ahora, vayamos conociendo algunos de los pasajes con los artistas a los que están dedicados estos artículos. En unos casos son figuras bien conocidas y en otros son auténticas sorpresas. El primer artista que inicia este segundo volumen es Monet, pero marcando una posición de partida que había establecido Cézanne cuando se lanzó a la monumental tarea de crear una nueva forma de tiempo y espacio en la pintura. Monet no quería pintar las cosas, sino el aire que las rozaba. El flujo ya no es temporal sino sustancial y extensivo. El estanque de los nenúfares representado en la pintura iba a ser un estanque que lo recordara todo. Monet como muchos otros artistas innovadores no sabía en qué consistía su innovación. O, para ser exactos, no sabía como llamar a lo que había logrado. Solo alcanzaba a reconocerlo intuitivamente, para luego volver a dudar. Relacionado con este concepto de tiempo en la obra de arte, podemos leer en el artículo dedicado a Ossip Zadkine. Este artista dice a Berger: “Me preocupa mucho el tiempo; tu eres todavía joven, pero algún día sentirás lo mismo. A veces veo un puntito negro ahí arriba, en una esquina del estudio, y me pregunto si tendré tiempo de hacer todo lo que tengo que hacer todavía”.
En el artículo dedicado a la artista Marisa Camino, Berger recurre a citas del maestro chino Shitao, o bien cierra con un verso de Borges “Sólo una cosa no hay. Es el olvido”. A Berger siempre le ha interesado la visión social de la obra del artista. Matisse decía: “Quiero que la gente preocupada, fatigada por el exceso de trabajo, tenga una sensación apacible cuando contemple mis pinturas”. Giacometti tenía un punto de vista en el que refleja la fragmentación social y el individualismo maniaco de la última intelligentsia burguesa. La realidad social que rodea al artista condiciona que, por ejemplo, en la vida de Giacometti no hubo nada que lograra romper su aislamiento. A través de la obra de Pollock se percibe la desintegración de nuestra cultura como consecuencia de suscribir y guiarse por cosas tales como el papel del sujeto, la naturaleza de la historia, y la función de la moralidad. Las obras de Pollock en su imaginación, en su subjetividad equivalen a una invitación: olvidad todo, separaros de todo, habitad en vuestra celda blanca y –la paradoja más irónica de todas– descubrid el universal que hay en vosotros, pues sois universales en vuestro mundo propio.
Y como no mencionar el componente político que tanto interesa a Berger. Renato Guttuso ha sido consciente de la conexión entre arte y política, la palabra “política” entendida en su sentido más amplio, a fin de describir esa lucha de las fuerzas sociales. Tampoco quedan de lado otros aspectos más relacionados con la técnica a la hora de realizar una obra de arte. Moore argumentaba que las piezas funcionan conforme a la teoría de la “fidelidad del material”, revelan una naturaleza de la madera o de la piedra en las que están labrados y admirables por la técnica y la delicadeza de la ejecución. Medley posee una destreza tan poco común y gratificante que le permite disfrutar del mundo tangible, toda su obra tiene que ver con el quinto sentido, el del tacto.
Frida Kahlo necesitaba pintar sobre una superficie tan lisa como la piel ¿Por qué? Su método pictórico tenía que ver con el sentido del tacto, con un doble sentido del tacto, el de la mano y el de la superficie, que actúa de piel. Berger considera que Bacon posee una técnica extraordinaria, es un maestro, es el resultado de una gran dedicación y de una lucidez extrema con respecto al medio. Es un lenguaje pictórico de forma obsesiva y con referencias a Velázquez, Miguel Ángel, Ingres o Van Gogh. Leon Kossoff dice: Ahora, después de tanto dibujar, cuando me paro delante de uno de los grandes cuadros de Paolo Veronese, experimento la pintura como si fuera un apasionante dibujo exploratorio realizado con óleo.. Hay dibujos –como algunos de Maggi Hambling o Rembrandt– que desenmascaran, comenta Berger. Y la propia Maggi dice: ¡A veces, cuando estoy dibujando, tengo la sensación de que mis dedos son más inteligentes o más sutiles que mis ojos y, ciertamente, más inteligentes que mi cerebro! Y cerramos este apartado en el que hemos intentado recoger los aspectos relacionados con la técnica de los artistas que recorre este libro con una referencia a Peter de Francia. Uno no debe olvidar que vivimos unos tiempos en los que a los artistas se les anima a que hagan de su incapacidad virtud.
El color y la luz también le preocupan a Berger a la hora de acercarse a la obra de los artistas. En el caso de Rothko, Berger considera que este hace un tratamiento de los colores o de la luz a la espera de la creación de un mundo visible. Rothko dio la vuelta a la pintura porque los colores que creó tan laboriosamente están esperando a representar cosas que todavía no existen. En Pollock el color, la consistencia del gesto, el equilibrio de sus pesos tonales son prueba de su talento pictórico natural. Nicolas de Staël lucho por pintar el cielo, el cielo y sus luces. El cielo tiene algo de ventana y algo de espejo; una ventana al resto del universo, y un espejo de los sucesos terrenales que tienen lugar bajo él. Por eso admiraba a Philips de Koninck, Johannes Vermeer, y no podemos olvidar los cielos del Greco y de J. M. W. Turner. Nicolas de Staël nos anima con su valor y con esos mapas únicos que nos legó de cómo arrastrarse hacia la luz.
Prunella Clough utiliza colores a los que nadie puede engañar, colores que insisten en seguir siendo ellos mismos, por eso Berger se da cuenta que estos mismos pigmentos son políticos. Liane Birnberg lleva toda la vida observando como la luz toca las cosas, ha escuchado los ruidos que hace la luz al cruzar las superficies o al posarse en ellas, muchas superficies distintas. En estos artículos tampoco quedan de lado aspectos relacionados con las emociones y sensaciones humanas. Bacon es un magnífico director de escena más que un artista original y porque su emoción es concentrada y desesperadamente íntima. Refiriéndose a Peter de Francia, dice Berger, no son sus emociones lo que cuenta por encima de todo, sino el nuevo mundo que ve emerger y que, pintándolo, ayuda a hacerlo realidad.
Ciertos críticos de arte opinan que la obra de Bacon tiene que ver con el dolor, y que el arte de Frida Khalo habla del dolor. Berger aprovecha para acercarnos a la poesía de Juan Gelman en la que se puede encontrar una intimidad similar con el dolor. Pocos se dieron cuenta de la inminencia del dolor. La búsqueda de alternativas se hizo desesperada y tu lo sabias. Berger nos acerca a De Staël. Lo único que queda es una ausencia, amordazada con unos colores profundamente intensos para impedir que grite. En las misteriosas pinturas de Cy Twombly tenemos que contar con las precisiones del tacto, del anhelo, de la pérdida, de la expectación ¡Cy Twombly es el maestro pictórico del silencio verbal!
También podemos encontrar a lo largo de este libro comentarios acerca de la relación de Berger con los artistas que aparecen. En una serie de escenas íntimas de hotel, Berger califica a su amigo Sven Blomberg como el último pintor que mira al mundo como lo hicieron Paul Cèzanne y Camile Pisarro. No pinta como ellos. No lo intenta. Afirma que Ten Holt en un futuro será considerado como un héroe, porque creyó obstinadamente en la continuidad del arte en una época en la que la mayoría, dudando de la continuidad de sus modos de vida, quería destruir toda continuidad. Aparecen ideas y citas de los propios artistas como, por ejemplo, cuando Pollock insistía, con toda la brillantez que como pintor poseía, en que no había nada detrás, en que sólo existía aquello que se le había hecho al lienzo en su lado visible, esta afirmación supuso el suicidio del arte.
Además aporta Berger escenas o encuentros curiosos que diferentes artistas han protagonizado. Es destacable lo sucedido entre Ernst Neizvestny y Nikita Jruschov. Pero ¿qué es esta porquería? ¡Basura! ¡Que vergüenza! ¿Quién es el responsable de todo esto? Y así, poco a poco, hemos ido leyendo y disfrutando de cada artículo en los que Berger narra sus experiencias personales, describe situaciones, encuentros, aporta muchas citas y referencias a figuras culturales, acerca pensamientos de filósofos, encuadra históricamente cada momento y se asocia con toda clase de ideas, citas, versos.
No esperemos encontrar grandes imágenes a todo color, el propio Berger decidió que la esencia del libro está en el texto que ofrece, y sólo deberían aparecer unas pocas imágenes en blanco y negro. Dado que hoy día disponemos de dispositivos en los que consultar en internet las obras artísticas mencionadas, tal vez podríamos acompañarnos para complementar la lectura de este libro de alguno de dichos dispositivos. Huele a esencia de trementina y el óleo mancha nuestras manos, ahí tenemos nuestra interpretación de los nenúfares acabada. Después de haber recorrido este libro “Sobre los artistas” intuimos que esto es sólo el principio. La cantidad de estímulos que hemos recibido nos apremia a conocer el universo del arte de una manera diferente. Gracias a todo lo aprendido en los “modos de ver” que nos ha aportado Berger, podemos completar nuestro criterio artístico.
Carlos Ruiz Balaguera
Artista plástico
Arte vecinal. Vallecas
PVP 22,00 euros