Peleguer, una tipografía con auténtico sabor español

Catálogo PeleguerDurante los días 26 al 30 de octubre,  se ha celebrado en la ciudad de México el Congreso Anual de la Association Typographique Internationale (ATypI).
En el mismo, ha presentado una ponencia nuestro «tipoduro» Josep Patau en la que ha mostrado su última creación tipográfica Peleguer, una tipografía basada en los originales grabados por los orfebres Manuel Peleguer e hijo en Valencia a finales del siglo XVIII.
A continuación os incluimos el texto de la presentación en el que se detalla el contexto histórico y el proceso de creación de la tipografía, así como el enlace para que podais verla o descargarla.

Peleguer, una tipografía con auténtico sabor español
Decía Updike en su “Printing Types” (1923) que las tipografías realizadas en España desde la aparición de los primeros libros impresos tenían un estilo característico y peculiar, que dejaba ver unos rasgos caligráficos notables.

Estas peculiaridades se acentuaron sobremanera en las tipografías que aparecen durante el siglo XVIII, un siglo especialmente relevante para la tipografía española tanto en la creación de modelos caligráficos cómo en la fundición de tipos.

Efectivamente la actividad como grabadores de punzones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Jerónimo Antonio Gil y Antonio Espinosa de los Monteros, del catalán Eudald Pradell en la Imprenta Real y los modelos caligráficos propuestos por el calígrafo español más prestigioso de la segunda mitad del siglo XVIII Francisco Javier de Santiago Palomares, supusieron un particular impulso al arte del grabado de tipos en España durante este periodo, facilitado en gran medida por la política del gobierno ilustrado de Carlos III de promoción y salvaguarda de la imprenta española.

En este contexto y al margen de estos grandes protagonistas que cualquier interesado en la historia de la imprenta en España puede conocer, se produjeron en otras importantes ciudades españolas diversas iniciativas tendentes a la provisión de fundiciones para diferentes sociedades o círculos difusores de la cultura. Este es el contexto de la recuperación tipográfica que presentamos al Congreso.

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El proyecto original
En el año 1779 la “Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia” aprueba una iniciativa destinada a dotar de una “Fábrica de letras” a la citada Sociedad.

Para ello llegan a un acuerdo para abrir y fundir 6 grados de letra (entredos, lectura chica, lectura gorda, texto, parangona y misal) con un grabador y un fundidor de la misma ciudad quienes se comprometer a realizar el trabajo en un plazo de tres años.

El grabador, el maestro orfebre Manuel Peleguer, se encargaría de abrir los punzones y formar a un aprendiz para realizar la misma tarea, que, posteriormente, llevaría a cabo en la fábrica.

Por su parte, el fundidor Vicente Bellver tendría como trabajo la realización de las matrices, fundir los caracteres y formar también a otro aprendiz para desarrollar este trabajo en la fábrica.

La Sociedad entregaba al punzonista una muestra de letra a la cual debía ajustarse o “mejorar” y, en el caso de mejorarla, se recompensaba el esfuerzo con una gratificación económica. Peleguer optó por mejorar las muestras recibidas y por lo tanto hizo una propuesta propia que no coincidía con las muestras que había recibido.

Vicente Bellver no cumplió su parte del encargo por lo que Peleguer entabló un pleito con él que acabó ganando y condujo a que este último se hiciese cargo de la totalidad del contrato; esto es, el grabado de los punzones, el golpeo y rectificación de las matrices y la fundición de los caracteres.

Debido a la paralización del proyecto ocasionada por el pleito, la sociedad amplio a 6 meses mas la finalización del contrato. Para el correcto desempeño de la totalidad del encargo, Manuel Peleguer contó con la ayuda de su hijo, de nombre también Manuel, en esos momentos menor de edad, y que ya era académico de mérito de la elitista Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid en pintura y arquitectura.

También queda reflejado en estos documentos cómo fue el hijo quién abrió los punzones y el padre quién se encargó de la fundición “declare que la referida contrata en los sucesivo se entienda solo con Manuel Peleguer mayor, y Manuel Peleguer, su hijo. Subrogándose el primero en lo que era propio, y particular de Vicente Bellver, y el segundo en las obligaciones de su padre”.

Una comisión formada por tres impresores de la ciudad, Onofre García, Salvador Tauli y el célebre Benito Monfort, y dos socios de la Sociedad, Joseph de Alcedo y Josep Antonio Valcarcel, era la encargada de dar conformidad a los caracteres fundidos y de dictar si los presentados mejoraban los de las muestras facilitadas por la entidad contratante.
También acudieron personalmente al taller de Peleguer para asegurarse que eran ellos y no otros los que abrían los punzones y matrices y realizaban el proceso de fundición.

«Y para mayor seguridad le hizimos abrir también un punzón de la letra «o» que le señalamos, con el que se abrió la matriz y fundió la letra «o» que se menciona, y todas las pruebas sobredichas las conservamos en nuestro poder»

La empresa en su totalidad presentaba ciertos riesgos evidentes ya que por aquel entonces la única fundición de tipos que existía en España era la de la Imprenta Real en Madrid

“Pues resulta a Vs la gloria de ver planificada una fábrica que sobre no haberla en otra provincia de España, fuera de la Capital, por lo arduo y difícil de la empresa”.

A través de los documentos consultados podemos reconstruir aproximadamente el total del montante del proyecto, que fue el siguiente:

“Recompensa de los gastos del pleito =  750 libras de vellón
Por cada aprendiz instruido percibiría = 750 libras de vellón
por cada 2 grados de letra realizados = 750 libras de vellón
Por cada grado de letra mejorado: 66 libras de vellón.”

Parece ser que la fábrica de letras nunca llego a funcionar, y que fueron los propios Manuel Peleguer quienes conservaron los punzones y matrices, llegando a crear una fundición-imprenta de la cual solo salieron 5 o 6 libros o documentos durante el único año de 1784.

Peleguer parece ser que obtuvo la formación necesaria para realizar los punzones, gracias a los estudios de grabado al hueco que se realizaban en la Real Casa de la Moneda, y que podian aplicarse para la realización de los punzones. Por la escuela dirigida por Tomás Francisco Prieto, Grabador General de las Casas de la Moneda, se formaron punzonistas como Gil y Espinosa

No seria de extrañar que los propios Peleguer una vez instruido el menor en dicho arte, convenciera a la Real Sociedad de Amigos del País de Valencia, de la cual eran miembros, para impulsar la idea de la creación de la fábrica de letras, pero poniendo como condición que las tareas de golpear las matrices y fundir los caracteres, fueran encargados a otro (finalmente Bellver), debido a su inexperiencia en este ámbito. Al ser menor de edad, Peleguer padre, debía actuar en nombre de su hijo.

Es probable que al cumplir los 25 años que era cuando se conseguía la mayoría de edad en la época, Manuel Peleguer hijo, se emancipara de su padre y creara su propio taller dedicado a abrir cuños para moneda y medallas conmemorativas, actividad que en su época era de las mejores pagadas, y por la cual ha pasado a la historia.

La recuperación digital
A la hora de convertir un viejo tipo de metal en un flamante tipo digital, es preciso establecer las premisas dentro de las cuales se va a desarrollar el proyecto.
Recuperar las viejas formas del siglo XVIII con unas intenciones claramente historicistas, no deja de ser un empeño vacuo ya que ni la época actual ni las condiciones de la imprenta de hoy son las mismas que hace más de dos siglos. Estaríamos trabajando en un proyecto anacrónico con pocos y escasos fines prácticos.

En cambio, incorporar las notas de un estilo o época en una tipografía moderna, adaptada a la industria actual y contemplando asimismo los usos actuales, creo que es un proyecto más satisfactorio en todos los aspectos, que conjuga el pasado y el presente y que nos brinda unas mayores posibilidades en todos los conceptos, tanto prácticos como intelectuales.

Partiendo de esta idea, escogí el grado de “lectura gorda” utilizado por los Peleguer en el libro “Elogio fúnebre que en las solemnes exequias…” impreso en su taller en el año 1784 y me propuse los siguientes parámetros básicos:

– Conservar las proporciones de la fuente original (pero unificando las formas de las serifas, ya que estas eran diferentes según reposaran en la línea base o en las descendente).

– Conservar las contraformas internas.

– Igualar los caídos irregulares de la cursiva.

En definitiva, “atrapar” la esencia formal de la fuente, y actualizarla siguiendo los criterios actuales en diseño tipográfico para conseguir una fuente con buena legibilidad y con sutiles rasgos que le aporten personalidad.

Aprovechando las funcionalidades del Open Type, la tipografía ha sido ampliada con un juego de versalitas autenticas, ligaduras, numerales ordinarios y antiguos, y caracteres decorativos.

También se ha creado una versión negrita, no existente en los originales, para adaptar los recursos disponibles a los usos actuales de la composición tipográfica. La fuente también incluye un peso con ornamentos sacados de ediciones españolas del siglo XVIII y otros de reciente creación, pero inspirados en los de la época.

Asimismo, los  caracteres fundidos por Peleguer, no incluían muchos de los que actualmente se exigen en los modernos formatos digitales, que han sido creados de nuevo intentando conservar las formas y proporciones de la tipografía original.

Respecto a su estructura y trazo, en la tipografía Peleguer destacan unas proporciones clásicas en sus contraformas, ascendentes y descendentes, con unos remates robustos unidos al asta por un suave apófige los inferiores y ligeramente cóncavos, recordando los orígenes caligráficos, los superiores. Detalles como el dibujo de la j nos afirman en sus orígenes, contrastando con la “particular” oreja de la g, que abre la puerta a una interpretación moderna reflejada en la abrupta unión de sus trazos y su modulación casi vertical. El conjunto rezuma por doquier un aire dinámico y no dificulta su lectura en tamaños de texto.

Por su parte la cursiva, se “gusta” en reflejar su compromiso con las formas caligráficas con formas y gestos gráficos de gran compromiso aunque en algún caso pudieran suponer alguna dificultad en su composición, como es el caso de la f.

En definitiva, Peleguer viene a completar un conjunto de recuperaciones de tipografías realizadas en España durante el siglo XVIII que han conseguido arrojar luz sobre este periodo tan interesante y que conforman un crisol a partir del cual poder articular una historia de la creación tipográfica en España.

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